Las obras del bicentenario museo recuerdan que la fiesta de los toros forma parte de nuestra cultura a lo largo de los siglos

Temeridad de Martincho en la plaza de Zaragoza. Autor: Francisco de Goya
200 aniversario. La principal institución cultural de los españoles conserva unas 300 obras taurinas entre las más de 8.500 que tiene en sus fondos. Las suertes de torear grabadas por Antonio Carnicero y Francisco Goya o las pinturas de Martín Rico y Ortega, Ignacio Zuloaga, Manuel Castellano o Mariano Fortuny atrapan la esencia folclórica de la fiesta taurina y dan la talla de la disciplina artística que constituye el toreo.
El Museo del Prado, bajo el nombre del Real Museo de Pintura y Escultura en la época de su inauguración, cumple 200 años de historia hoy después de que abriera sus puertas el 19 de noviembre de 1819 con solamente 311 pinturas. Ahora, dos siglos después, la tauromaquia sigue latiendo entre Los fusilamientos de Goya, Las meninas de Velázquez, Los chicos en la playa de Sorolla o El jardín de las delicias de El Bosco y otras más de 7.800 pinturas que custodia la máxima institución cultural de los españoles.
Ese triángulo mágico que traza un festejo taurino entre toro, torero y público está intercalado en las paredes del Prado gracias a su poder emocional. La tauromaquia, a lo largo de los siglos, abrió las puertas de su intimidad más pura a los artistas más grandes para apreciar en qué consiste y cómo repercute el sentimiento taurino en el pueblo y, prueba de ello, son los cuadros que se pueden apreciar del romántico Manuel Castellano, de uno de los grandes maestros del siglo XIX con gran predicamento internacional como Mariano Fortuny y Marsal, del costumbrista Ignacio Zuloaga o las suertes de torear grabadas por Antonio Carnicero y Francisco de Goya.
Jaime Siles, doctor en Filología Latina por la Universidad de Salamanca y director del Departamento de Filología Clásica de la Universitat de València, explica a Levante-EMV que “la pintura taurina se mueve entre el vistoso colorismo de la fiesta y su estética plasticidad, sobre todo cuando es al óleo, y el radical esquematismo de la línea cuando se trata de dibujos. Ambas me gustan por igual, pero tal vez me siento más atraído por los grabados porque los de Goya y algunas interesantes interpretaciones modernas como son las de Picasso y Miró son mis preferencias”.
Un cuadro es como una cápsula del tiempo que congela la emocionante fiereza del toro bravo y el frío valor de los toreros. Por ello, la relación fundamental entre la pintura y la fiesta taurina para el diestro Diego Urdiales es el sentimiento: “Creo que la unión en las dos artes radica en esa sensibilidad con la que intentan plasmar los artistas cuando pintan o torean para hacer sentir a la gente”. A la pregunta de qué persigue un torero cuando entra en un museo, el espada de la Rioja manifiesta que busca que los cuadros le conmuevan: “Cuando veo una obra, lo que intento percibir es aquello que me hace sentir. Es decir, si tiene alma o no. El alma de una obra de arte produce una sensación muy interior que emociona y deja sensaciones inolvidables, ocurre lo mismo con una buena faena”. En ese sentido, el torero expresa que es un apasionado del realismo: “Las Meninas de Velázquez es un cuadro impresionante, pero me impactaron mucho las obras de El Greco porque sus personajes tienen mucha profundidad. En un polo opuesto, por su luminosidad y frescura, situaría a Sorolla. Si los comparo con el mundo del toro, El Greco sería Juan Belmonte por su idea transgresora de pureza y tragedia; y a Sorolla lo compararía con Joselito El Gallo por la armonía del conjunto y el dominio del movimiento”.
Por otro lado, el poeta Jaime Siles trae a colación un cuadro de Diego Velázquez que puede contemplarse en el Museo del Prado bajo el nombre Las Hilanderas que conserva su intrahistoria taurina, pero no plasman ningún personaje de la fiesta de los toros: “Refleja el modo en que la fotografía catalana de los años cincuenta y sesenta consiguió reproducir la difícil instantaneidad de las faenas, inspirándose para ello en el movimiento de la rueca. Lo que hicieron para ello fue resaltar la figura del torero en su verticalidad difuminando la del toro en su horizontalidad, y hay que reconocer que su brillante solución constituye todo un hallazgo. Es un tema que interesó mucho a Ortega y Gasset, le ha llamado la atención a Andrés Amorós y ha merecido un profundo estudio del historiador del arte Joaquín Bérchez.
El poeta concluye que «el mundo del toreo es un continuo reto tanto para la inteligencia como para la ciencia, el arte y la sensibilidad. No suele decirse, porque hasta es políticamente incorrecto, pero la fiesta taurina amplía nuestra percepción de la realidad. Es, como la tragedia griega, mucho más que un simple espectáculo. Creo que lo que más me gusta de ella es que me hace sentir tanto como pensar y no sólo a mí, también al toro y al torero”.

El diestro Diego Urdiales, el poeta Jaime Siles y el maestro Luis Francisco Esplá.
Esplá: “La tauromaquia de Carnicero es mejor que la de Goya”
El maestro Luis Francisco Esplá fue el primer torero que dio una conferencia en el Museo del Prado con motivo de la exposición “El proceso creativo de la Tauromaquia” en 2002. En ese sentido, el espada alicantino, gran estudioso de las Bellas Artes y pintor, aclara que la fiesta de los toros recoge de Goya el costumbrismo de su época y su traje y no la reflexión del artista en torno al toro: “La tauromaquia de Carnicero (1787-1790) es mejor que la de Goya (1814-1816) porque es mucho más rica en detalles. Es decir, Goya es más espectacular porque lo que intenta captar es una atmósfera y, en cambio, lo que retrata Carnicero es un mundo muy cercano”.
En ese sentido, el maestro Esplá aclara que en los grabados de Goya había conocimiento sobre el mundo del toro porque existe una línea secuencial: “En la expresión de los protagonistas y en el conocimiento de las suertes se observa lo que va a pasar, la suerte y su final”. Según el maestro, la colocación de los toreros en la plaza es otro punto diferenciador porque “si vemos los dibujos de Gustave Doré responde siempre a un concepto ornamental y, sin embargo, en los grabados de Goya y Carnicero hay una ubicación totalmente lógica en virtud del toro en la plaza. Es decir, subordinan la estética a la colocación de los personajes”.
Asimismo, el veterano maestro también apunta que Goya hizo un retrato fiel de la corrida de toros: «Los festejos de entonces estaban llenos de elementos trágicos, escabrosos, duros con imágenes de ensañamiento y Goya no quiso hacer una reflexión moral alrededor de la corrida, sino simplemente es retratar una atmósfera que unas veces pudo ser lírica pero que otras, en su gran mayoría, atesoró un contenido durísimo. Pero la corrida de toros era así». Sobre Goya, el histórico espada recuerda su amistad con José Delgado, “Pepe Hillo”: “Algunos de sus grabados están basados en Pepe Hillo como su cogida mortal en Madrid y uno de los retratos más primorosos que tiene en sus trabajos se lo hizo a él, prueba evidente de que le tenía una gran admiración”.

Patio de la cuadra de caballos de la plaza de toros, antes de una corrida (1853). Autor: Manuel Castellano
Jaime Roch
(Artículo publicado en el periódico LEVANTE-EMV en la edición de papel de 17.11.2019, Valencia)