La apuesta de San Isidro. El diestro empezó su temporada con un triunfo en la Feria de Fallas frente a los victorinos. Esa tarde, que debutaba en la plaza valenciana, resultó herido en el escroto después de pisar los terrenos que queman y demostrar una lección de hombría. Las Ventas, que el año pasado alzó su nombre y su carrera, volverá a examinar su concepto y su evolución
Octavio Chacón ha superado la dosis requerida de valentía y éxito por parte de la exigente afición de Las Ventas y firmó cuatro fechas en el horizonte de Madrid. En ese sentido, durante la próxima feria de san Isidro, el espada del municipio gaditano de Prado del Rey volverá a estoquear los ejemplares de la “A” coronada -ya lo hizo el Domingo de Ramos- y, además, pasaportará las divisas de Hijos de D. Celestino Cuadri y Pedraza de Yeltes. La apuesta está encima de la mesa y la responsabilidad, madurada en su mente con tres hierros que no presentarán ninguna facilidad -entendemos que la bravura es difícil de torear- para triunfar en la plaza más difícil del planeta.
Su valentía, sin trampa ni cartón, y su capacidad, sin composturas, son un concepto del toreo tan transparente como ejemplar que le llevó a triunfar el año pasada en plazas clave como Madrid y Pamplona. Este impacto colgó su nombre en las grandes ferias y, con ello, también logró iniciar la temporada de este 2019 en las Fallas de Valencia, donde dejó una lección de pundonor y torería y resultó herido en la zona escrotal.

Chacón cortó una oreja en la tarde de los fuenteymbros durante la Feria de Otoño.
A Chacón, por encima de todo, le bulle un profundo sentimiento de larga tradición torera. A sus 34 años y con 14 temporadas de alternativa a sus espaldas, el diestro gaditano se ha curtido en la adversidad de Perú y del Valle del Tiétar, donde llegó a atestiguar la alternativa del torero valenciano Miguel Giménez, junto a Serafín Marín como padrino, en Navas del Rey el 5 de septiembre de 2015 frente a toros de Domínguez Camacho.
Las ganaderías de Dolores Aguirre, Miura, Prieto de la Cal, José Escolar o Cura de Valverde han sido testigos de la dureza en una forja como torero que empezó en 2009, cuando después de dejar el apoderamiento con José Luis Galloso, aprovechó la oportunidad de ir a tierras peruanas para lograr despejar su camino. Después de ocho temporadas en el país sudamericano, tomó la decisión de hacerse banderillero y en el coso abulense de Fresnedilla en 2014, antes de hacer el paseíllo, decidió que sería su última corrida como matador de toros porque ya tenía encargados dos vestidos en plata. Esa tarde, sin embargo, indultó un toro de José Escolar, de nombre “Caluroso”, y al año siguiente, en la misma plaza y con la misma ganadería, volvió a repetirlo después de doce festejos y nueve puertas grandes en el Valle del Terror, la zona sur de la Sierra de Gredos donde encuentra el río Tiétar.
La carrera del espada del gaditano, ejemplo de vocación y dedicación, adoptó el músculo que aporta la madurez torera y, en mayo de 2016, presentó sus credenciales en una corrida del Cura de Valverde en la ciudad francesa de Alés. En septiembre de 2017 lidió toros de Saltillo y Juan Luis Fraile en Las Ventas y, en 2018, ya cumplió su primer san Isidro, donde estoqueó la peligrosa corrida de Saltillo y Montalvo. No cortó su primera oreja en Madrid hasta en la Feria de Otoño en la corrida de Fuente Ymbro pero, en sus comparecencias, intentó dejar patente la ética de unos valores toreros labrados con el sudor y la sangre de catorce años de lucha y entrega.
Jaime Roch
(Artículo publicada en el periódico LEVANTE-EMV en la edición de papel de 14.04.2019, Valencia)