Albert Boadella: «El arte no ocupa el lugar que se merece en nuestras vidas»
El polémico dramaturgo catalán analiza el estado actual del arte y el lugar que ocupa en la sociedad
Albert Boadella saluda con una mano como si acabara de soltar un par de banderillas con éxito. La expresión corporal de un dramaturgo que exterioriza sus ideas con la seguridad de la sabiduría que aportan los años. Esa cultura, motivada por las pasiones complejas y contradictorias como el teatro o la tauromaquia que, en definitiva, son pasiones humanas, le llevó a cursar estudios en el Instituto del Teatro y, en el año 1962, crear junto a Antoni Font y Carlota Soldevilla, el grupo teatral «Els Joglars».
Conversamos con el intérprete, hace escasamente unas semanas, en el vestíbulo del valenciano Teatre Talia con motivo de su paso por la ciudad defendiendo su último trabajo: “El sermón del bufón”. Mirar a Boadella de frente es no poder renunciar a escrutarlo con confianza: sus ojos claros otorgan limpieza y candidez a su rostro, una cara afilada sin dobleces, nada reconcentrada, con el pelo fino, que solo abundaba por su cabellera. Alto, delgado y con una impávida sonrisa juvenil que iluminaba su manera de estar.

Albert Boadella y Luis Francisco Esplá en un acto. Foto: Fundación Wellington.
El artista define el teatro como “un arte higiénico, es decir, es una disciplina que, junto a la música, conforman las artes más terapéuticas porque tienen un fenómeno llamado catarsis, un término del que los griegos ya hablaban. Esa catarsis es la identificación directa del espectador con lo que sucede en el escenario y hace que los sentimientos y las emociones sufran una conmoción sustancial con lo que se observa”.
El comediante vierte un sentimiento de agravio es sus ideas que le ha llevado a situar el análisis social y la mirada crítica como denominador común de las obras que ha dirigido encima de las tablas. Prueba de ese compromiso, en 1977, fue detenido y condenado por supuestas injurias a la autoridad militar y a la Guardia Civil por la obra La torna. En 1978, escapó del Hospital Clínico de Barcelona y se exilió en Francia. Cuando volvió a Cataluña fue detenido, de nuevo, hasta marzo de 1979.
En la actualidad, Boadella cree que el teatro ha sido ensombrecido por las nuevas formas de comunicación: “El actor no respira el mismo ambiente que el público porque existe una comunicación enlatada. La responsabilidad de que el teatro esté despreciado por la sociedad, de la misma forma que están desubicadas la humanidades, pertenece a nuestros dirigentes políticos. Creo que no han sabido transmitir el mensaje de que esta búsqueda de la felicidad que tenemos como seres humanos, hay una parte que la pueden encontrar en las artes, en lo que llamamos el mundo de la cultura. Un buen concierto, un buen libro, una magnífica obra de teatro o una gran corrida de toros dan una placer y una plenitud que difícilmente encontrará en otras cosas”.
Sobre los autores que más le han influenciado en su carrera, Boadella confiesa que “Josep Pla ha sido el escritor que mejor ha descrito mi sociedad, mi paisaje, la vida de nuestro entorno porque tenía un gran sentido de la libertad. Me gusta el Pla de sus viajes a Italia, Grecia y Francia”. Asimismo, también apunta a Miguel de Cervantes porque la descripción de los personajes “tenía una fuerza extraordinaria”. Además de El Quijote, le gustan obras como El coloquio de los perros o Rinconete y Cortadillo.
El teatro es el arte escénico más terapéutico que existe por la catarsis que nos provoca
Boadella cree que el problema de que la sociedad esté fuera de sitio viene dado porque el mundo de las artes no está inducido desde la educación: “Los niños empiezan dibujando y haciendo representaciones como un juego pero llega un momento en la historia que esto desaparece y, como ocurre en la actualidad, nos encontramos con una educación fría y tecnócrata donde el arte no ocupa el lugar que se merece en nuestras vidas”.
A la cuestión de cómo entiende el arte Albert Boadella, responde que lo consume como una necesidad esencial para el ser humano porque “hace dos mil años en las Cuevas de Altamira, ya habían unos bisontes preciosos creados por unas generaciones que solo les hubieran tenido que preocupar el hecho de matar a esos animales para comérselos. Y no fue así, para ellos, la acción de pintarlos en las cuevas formaba parte de los instintos más profundos y así también lo siento yo”.
La esencia de la virtud del teatro es la mirada que derrama sobre nosotros mismos: “En el escenario hay un actor que nos hace reflexionar como personas y colectivo. La esencia del arte es pensar por medio de la belleza de sus palabras, de la voz, de la plasticidad del movimiento que pueda hacer en el teatro. Es una comunicación profundamente humanística y social”.
Otro arte que raspa el corazón de Boadella es la tauromaquia. De hecho, asegura que le hubiera gustado ser torero antes que dramaturgo pero “nací en Cataluña”. El artista cumplió su sueño de “hacer el paseíllo” con su obra Controversia del toro y el torero, estrenada en diciembre de 2006 y protagonizada por Xavi Boada, que hacía de torero, y Ramón Fontseré, de toro, y con la ayuda técnica de los diestros Diego Hermosilla, Ignacio Ríos y Enrique Molina.
A la pregunta de qué relación establecería entre la tauromaquia y el teatro, el artista catalán expone que “la corrida de toros también es enormemente catárquica, pero hay una diferencia fundamental porque la tauromaquia no es ficción y el teatro sí. A Desdémona, en la tragedia de Otelo que crea Shakespeare, no se la mata de verdad y, en la corrida de toros, todo es real porque el torero sí que puede morir. La catarsis es el elemento común entre las dos artes porque en los toros encontramos la vinculación directa con la vida y la muerte, con el riesgo y la verdad, con la fuerza y la inteligencia y esos matices producen admiración entre el público”.
La despedida del maestro Luis Francisco Esplá en Las Ventas ha sido el acto más emocionante que he presenciado
Desde los dos años, Boadella ha ido a los toros de la mano de su tío Ignacio. Manolete era la figura de la época y la Monumental de Barcelona, la plaza donde más veces actuó el “monstruo” cordobés: “Recuerdo que mi tío me hablaba mucho de Manolete y, justo en el año de su muerte, me llevó a verlo torear allí”.
A lo largo de la temporada taurina, Boadella se deja ver por las plazas de toros tanto en España como de Francia. Además, también aclara que las mejores faenas se las ha visto realizar a Enrique Ponce porque “contenían una maestría extraordinaria y no se me olvidará la que hizo frente a ‘Descarado’ en la Feria de Nimes del 2001, un toro de Victoriano del Río al que le perdonó la vida”. De hecho, en su libro «Diarios de un francotirador. Mis desayunos con ella» publicado por Espasa Calpe en 2012, el dramaturgo dedica unas páginas para describir el concepto de la figura de la figura valenciana: «Su toreo no consiste en lanzarse previamente a la exhibición personal. Al entrar en la plaza, se olvida conscientemente de su yo para encarar la lidia hacia el descubrimiento de las mejores dotes del animal, situándose en un plano de enorme generosidad y reverencia con el toro. Sus faenas son actos de amor hacia el cornúpeto, y la consecuencia es un ensamblaje perfecto”.
Sin embargo, la tarde que más le ha conmovido en un coso taurino fue en el San Isidro de 2009, el día de la despedida del maestro Luis Francisco Esplá en Las Ventas: “Esa faena a ‘Beato’ es de los actos más emocionantes he vivido en mi vida porque jamás una despedida puede ser tan extraordinaria. Además, viví el festejo desde el callejón porque admiro a Esplá. Creo que es el torero más inteligente que ha habido porque tiene un sentido común absolutamente excepcional. Es un gran artista y, además, comprende muy bien el arte”.
Asimismo, el dramaturgo también recordaba los inicios de José Tomás en Barcelona refiriéndose “a un torero que me parecía un héroe de la Antigua Grecia porque demostraba un riesgo brutal con una belleza impresionante”. Boadella no es optimista con la vuelta de las corridas de toros a Cataluña pero a él, en el toreo, le pasa como en el teatro, “es una adicción que ya no puedo quitarme”, concluye.
Jaime Roch
(Entrevista publicada en el periódico EL ROTATIVO en la edición de papel de abril de 2019, Valencia)