130 años sin Punteret

El pasado 26 de febrero hizo 130 años de que el toro “Cocinero” acabó con la vida de la figura valenciana en Uruguay tras un temerario par de banderillas en una silla. En la Feria de Fallas, plagada de homenajes, no se han acordado de él y le han concedido ese languidecer penoso que la muerte condena sin fin. Y ese fin es el olvido.

Punteret recibe la cornada en la suerte de banderillas.

La muerte de Punteret es un adiós olvidado y cada vez más separado por el tiempo. Joaquín Sanz Almenar nació el 10 de octubre de 1853 en Xàtiva. El valenciano se presentó en Madrid como novillero en el festejo del 9 de enero de 1881 y volvió a la capital madrileña el 5 de junio del mismo año como banderillero con la cuadrilla de Ángel Pastor. Punteret tomó la alternativa el 3 de enero de 1886 en Sevilla con el toro “Bailarín” de la ganadería de Saltillo. Luis Mazzantini, que en ese tiempo era el máximo triunfador en Cuba, fue el padrino de la ceremonia del torero de Xàtiva y el 10 de octubre del mismo año confirmó el doctorado en Madrid de manos de Salvador Sánchez «Frascuelo». El caché de Punteret se acentuó tras codearse con toreros como los padrinos de sus mencionadas ceremonias. Tanto es así que Mazzantini instauró el sorteo de las reses previo a los festejos para que los ganaderos no fueran los que eligiesen el orden de lidia, donde siempre salía beneficiado la figura de turno: Guerrita, el segundo califa del toreo.

La figura xativina se caracterizó por ser un gran estoqueador -la mayor suerte en aquella época-, además de por su casta, frío valor y elegancia en su forma de interpretar el toreo. Su tarjeta de visita actualmente sería la de un lidiador total con el dominio del capote, banderillas y muleta.

El luctuoso suceso ocurrió en la plaza La Unión, situada en Montevideo, capital de Uruguay. El 26 de febrero de 1888, vestido de lila y oro, el torero de Xàtiva recibió una terrible cornada en el intento de poner un par de banderillas sentado en una silla al toro “Cocinero”, de la ganadería de Felipe Victoria. Una suerte sin límite ni alcance que el joven diestro practicó inmóvil al devenir de una sola inconsciencia: su muerte. Un salto adelante o un salto atrás para lograr un nuevo delirio. Hace 130 años la sangre valenciana regó el ruedo de la plaza de toros uruguaya y Punteret se convirtió en uno de los embajadores de la torería del Capi i Casal. La trayectoria del pitón, de mortal necesidad, fue desde la rodilla a la ingle del muslo derecho. Un duro tormento sufrido en la mano de su juventud.

Punteret falleció a los 35 años dos días más tarde en casa del gerente de la plaza uruguaya, Antonio Rodero víctima de una peritonitis según la voz del pueblo o, en opinión de otros, a causa de la enfermedad del tétanos además de los destrozos de la terrible cornada. Este trágico hecho ocasionó fuertes debates en el país y, finalmente, se acabó autorizando la prohibición de la fiesta brava en Uruguay con la ley 2017, aprobada el 12 de septiembre de 1888. El empresario del coso realizó una intensa actividad durante los años posteriores a la muerte del diestro valenciano para que la fiesta brava perdurara en Uruguay pero, sin resultado, las contantes vitales de la tauromaquia también se apagaron tras la desaparición de Punteret.

La prueba es la crónica de “La Tribuna Popular” de Montevideo fechada el 9 de abril de 1888, donde se observa como la fiesta taurina languidece durante el homenaje a Punteret: “Bajo una impresión tristísima por más de un concepto asistimos a la corrida de ayer tarde (…) Desde el ganadero hasta algunos de los compañeros de Punteret se portaron pésimamente, desconociendo las tradiciones y dando el más triste ejemplo de compañerismo artístico. Ni el ganadero negándose a ceder los toros ni los toreros que no quisieron trabajar gratuitamente en beneficio de los hijos de Punteret pueden ni deben recurrir jamás a la protección del público y menos de los aficionados, puesto que se han fallado a sí mismos, no prestando el concurso debido a una fiesta de caridad en que, cuando otra cosa no fuera, el compañerismo les obligaba a hacer parte (…) La reseña de la corrida será corta, puesto que los toros dieron poco juego. (…) Mal, muy mal ha terminado la temporada tauromáquica de 1887-88, en la plaza de villa de la Unión”.

La referencia al mundo de los toros y a Punteret es imprescindible si pretendemos acercarnos a la historia de Montevideo. La plaza de toros La Unión fue demolida en 1923 después de sufrir dos incendios en los años 1869 y 1871 y el Real de San Carlos en Colonia del Sacramento, un coso neomudéjar, tomó el testigo de La Unión en 1910. La última corrida que se celebró en el coso donde perdió la vida Punteret fue 2 de marzo de 1890 a beneficio del Hospital-Asilo español. Tras el derrumbe del ruedo uruguayo, se levantó una plazoleta, descuidada en la actualidad, llamada Joaquín Sanz, «Punteret» en honor a su fallecimiento. La memoria de la torería valencia sigue viva allende los mares.

Jaime Roch