Rafael Alberti, poeta del mar y banderillero en Pontevedra

20 años de su muerte. Tal día como hoy se cumple el vigésimo aniversario del fallecimiento del artista del Puerto de Santa María. El profesor de literatura de la UCH-CEU y doctor en Periodismo, Santiago Celestino Pérez; el poeta Carlos Marzal y el torero Luis Francisco Esplá analizan la obra literaria y su trascendencia en el mundo del toro. “Ser torero me parece algo maravilloso, casi mágico”, dijo el escritor gaditano a su esposa María Asunción Mateo en la biografía “De lo vivo y lejano” que publicó en Espasa. Rafael Alberti ejerció la poesía más allá incluso de la tarea práctica de escribirla: se vistió de torero para hacer el paseíllo en Pontevedra y ejercitarse en la mítica imaginación taurina que luego plasmó en sus sonetos gracias a Ignacio Sánchez Mejías, cuñado de Joselito El Gallo y mecenas de la Generación del 27

Rafael Alberti en su regreso a la plaza de toros en 1993. Fuente: diariodepontevedra.es

“He sido siempre un gran aficionado a los toros, a pesar de estar tantísimos años, creo que veintiuno, sin ver una corrida -por su exilio americano- (…) sigo pensando que los toros son una fiesta única, llena de cosas inexplicables (…) Y ser torero me parece también algo maravilloso, casi mágico. Yo siento una gran admiración por la fiesta” cuenta Alberti, que hoy figura con pleno merecimiento en la historia de la literatura, a su esposa María Asunción Mateo en la biografía “De lo vivo y lejano” que publicó en Espasa. El torero y dramaturgo Sánchez Mejías, mecenas de la Generación del 27 tras ser el propulsor del homenaje a Góngora en el Ateneo de Sevilla, insistió en más de una ocasión al poeta gaditano que se hiciera torero porque de poeta era difícil que viviera de una manera holgada.

A finales junio de 1927, el espada sevillano mandó un telegrama al escritor del Puerto de Santa María y a José María de Cossío -Académico de la Real Academia de la Lengua y autor de la enciclopedia “Los Toros. Tratado técnico e histórico”- pidiéndoles que se presentaran en la plaza de Pontevedra, donde toreaba junto a Cagancho, Antonio Márquez -marido de Conchita Piquer- y el rejoneador portugués Simão da Veiga.

Ese día, el poeta, con ese rostro felino y afilado; la boca, descolgada y experta; unas ojeras irritadas y hondas que delataban unos ojos luminosos que se habían pasado una vida leyendo; y el pelo, ceñido y lustroso por la cabellera; hizo el paseíllo con una montera de Cagancho, un capote de paseo de Márquez y un vestido naranja y azabache de Sánchez Mejías: “Con cierto encogimiento de ombligo, desfilé por el ruedo entre sones de pasodobles y ecos de clarines. Cuando el primer cornúpeta, tremendo y deslumbrado, se arrancó, pasando entre las tablas y mi pecho, comprendí la astronómica distancia que mediaba entre un hombre sentado ante un soneto y otro de pie y a cuerpo limpio bajo el sol, delante de ese mar, ciego rayo sin límite, que es un toro salido de chiqueros”, explica el escritor en sus memorias “La arboleda perdida” sobre aquel suceso.

Santiago Celestino Pérez, doctor en Periodismo y profesor de literatura en la UCH-CEU, asegura que la afición de Alberti a los toros fue un tanto superficial: “Ningún verdadero aficionado diría, al recordar ese mágico momento del paseíllo junto a su amigo, que lució un terno ‘naranja y negro’. Estoy convencido de que al referirse a ese vestido de torear que Sánchez Mejías encargó para guardar luto por su cuñado Joselito y que cedió al poeta en el mencionado paseíllo, un aficionado de verdad hubiera apostado por el azabache en vez del negro. O cuando, reconoce el miedo que sintió en su primera y última tarde de banderillero, sin salir del callejón, al recordar cómo un toro ‘le dio una cornada al burladero’, en lugar de emplear el término, ‘derrote’, más apropiado para señalar el remate del astado en las tablas”.

Asimismo, el profesor de la UCH-CEU también apunta que los poemas de Alberti se fijan más en lo taurino que en lo táurico: “De manera grácil y estética, canta el preciosismo y colorido de la fiesta de los toros. Su toreo, su canto, es más de expulsión que de reunión porque gusta más de los requiebros y volatines sobre el mar, que de la quietud y el temple en el ruedo para buscar la profundidad”.

Santiago Celestino Pérez explica que, por temperamento y gusto estético, su sensibilidad poética se acerca más al sentir de poetas, como Miguel Hernández o Rafael Morales, que nos ofrecen una visión mítica y universal del toro como símbolo de cultura, pero “resulta curioso que cuando leo, o releo, poemas de Alberti relacionados con el mundo taurino siempre acabo recitando versos de otros autores. Su elegía a Sánchez Mejías ‘Verte y no verte’, me lleva al insuperable ‘Llanto’ lorquiano. Incluso, los últimos versos con los que Alberti se despide de su amigo torero: ‘Yo, lejos navegando, / tú, por la muerte’, me devuelven ecos de Gerardo Diego, mejor aficionado a los toros, y los dos versos que cierran el poema ‘Plaza vacía’: ‘Sobre la arena pálida y amarga / la vida es sombra y el toreo sueño’. Me emociona más, cuestión de gustos, el arte que nace del misterio y de la emoción para detener el tiempo, ‘parar los relojes’ diría un antiguo revistero, y hacer eterno el instante. Eso es para mí la poesía y el toreo”, concluye.

“Buen aficionado ocasional”

Los versos del gaditano, como buenos martillos, saben calar poco a poco en las entrañas y toman el pulso y la temperatura de una poesía popular, pero personalísma. Por su parte, el poeta valenciano Carlos Marzal, Premio Nacional de la Crítica y Premio Nacional de Poesía, aclara que Rafael Alberti, Premio Nacional de Literatura en 1924 y Premio Cervantes en 1983, “fue un buen aficionado ocasional, y creo que su poesía taurina muestra su facilidad de virtuoso, y esa gracia y ligereza que tienen algunos de sus mejores libros”.

El matador de toros Luis Francisco Esplá, uno de los mejores teóricos que ha parido la historia del toreo, también tiene a Rafael Alberti entre sus poetas predilectos, aunque sus mayores preferencias son Miguel Hernández y Francisco Brines. El maestro alicantino explica la elocuente sobriedad de la poesía de Alberti, despojada de toda farfolla decorativa: “Es ligera, totalmente sincera y tan pura que parece infantil, pero quiero resaltar eso de la pureza absoluta porque sus versos no tienen artificios, son muy alados. Alberti escribía abandonado a la sensación sensorial, con esa inocencia, como diría Machado, que aportan los años de no creer en nada”. En este caso, ligera no quiere decir superficial. En los sonetos, como dice el ilustrado diestro, hay un rotundo aire de inocencia infantil porque su obra mantiene un hilo de comunicación constante con el niño que fue en el Puerto de Santa María. Esplá también aclara que los asuntos literarios que llenan su molde métrico son el mar y sus protagonizas y, por eso, “sus versos me recuerdan a los poetas mediterráneos árabes por su relación en el hilo argumental”.

El pintor que diseñó el último traje de Dominguín

Rafael Alberti diseñó el último traje de luces que vistió el torero madrileño Luis Miguel Dominguín e incluso pintó el cartel de una corrida que toreó en un estadio de fútbol de Belgrado. El toreo, primero gracias a Sánchez Mejías y, luego, a Luis Miguel Dominguín, supuso una fuente habitual de poesía para Rafael Alberti. Cuando el poeta llegó a Madrid en 1917, su objetivo era estudiar dibujo y pintura y se fraguó como artista en el Museo del Prado, analizando a Zurbarán y Goya, los pintores más admirados. Asimismo, Esplá declara que “todo lo que sé de Alberti lo conozco a través de la biografía de Sánchez Mejías y Luis Miguel Dominguín”. Según el maestro alicantino, Domingo Dominguín, el gran intelectual de la familia, es el que acercó a su hermano a artistas como Dalí, Picasso o Alberti porque “lo vendía como un producto exótico”. También aclara que el artista gaditano, junto a José Bergamín, fue el gran estratega del grupo de poetas del 27 porque “era un snob y prueba de ello son sus escarceos con el toreo”.

Los poetas como Alberti o Marzal, los toreros como Luis Francisco Esplá o Sánchez Mejías y los teóricos como Santiago Celestino son seres especiales por la sensibilidad con la que expresan su compromiso vital con el toreo mediante palabras en un caso y verónicas o naturales en otros.

Jaime Roch

(Artículo publicada en el periódico LEVANTE-EMV en la edición de papel de 27.10.2019, Valencia)