
Curro Romero dibuja una verónica ante la admiración de Diego Urdiales. Foto: Pascual Roch
El maestro Curro Romero no se equivocaba cuando preguntó por Diego Urdiales en 2014 tras ver su faena a un toro de Adolfo Martín en Las Ventas durante la Feria de Otoño. A la histórica figura sevillana, que este año ha cumplido su sesenta aniversario de alternativa, le llamó la atención la forma de torear del diestro de Arnedo porque, como una fuerza de atracción hacia lo bello, se le quedaron en la retina aquellos superiores naturales. Cuando le contaron que llevaba casi dos décadas de matador de toros en los carteles de las ganaderías duras, Curro pensó: “Qué tío más grande, no ha perdido la pureza. Normalmente, todos aquellos que torean ese tipo de corridas, acaban perdiendo la pureza porque tienden a defenderse de las embestidas tan ágiles que tienen ese tipo de ganaderías. Diego torea con la cintura y el pecho, quiere hacer las cosas despacio delante del toro. Tiene pureza, sabe las distancias y la colocación y, además, es un torero que tiene muchas cualidades porque como persona también es coherente y grande». Y es que las preocupaciones artísticas que distinguen el concepto de Urdiales radican en su atención hacia el modo de concebir y practicar el toreo, una inquietud que también extiende a los campos de la ética y la sensibilidad. No concibe una tauromaquia desnaturalizada, siempre ha de estar sobre los moldes del clasicismo y emancipada de ataduras externas. Su talante es inconformista y heterodoxo; su talento, puro y hermoso.
Después de hablar con Curro y Diego, se llega a la conclusión de que el toreo, fatigado en ese largo paseo solitario que es la época contemporánea y digital, busca la compañía del mismo toreo, que es, en el fondo, la esencia del sentimiento. El encuentro de la raíz más pura. Y en esa esencia, también hay ética porque torear es como vivir de manera que todo lo vivido se fusiona inevitablemente para brotar del alma del artista. La esencia no remite, en esta ocasión, a un escenario arcádico o de floresta, sino a lo que en la tauromaquia debe ser considerado como el marco más conveniente, universal y prometedor: la torería.
A la pregunta de qué parte de su toreo se parece al de Urdiales, el maestro Curro contesta que «Diego tiene sello propio y eso es lo complicado. En Logroño, en un mano a mano en 2015, me emocionó. Se me cayeron las lágrimas después de verle torear con el capote de forma sensacional; con tres lances se me crujieron los huesos». Después de veinte años de lucha constante, el torero riojano se hizo cargo de su propia suerte y cambió el destino de la temporada 2018 en Madrid con una tarde histórica frente a los toros de Fuente Ymbro.
“La puerta grande de Las Ventas ha sido el resumen de mi vida”
¿Qué significa salir a hombros de Las Ventas?
Es cumplir un sueño pero, sobre todo, supuso un golpe de autoridad a una forma de sentir y de creer que, en mi caso, ha estado maltratada. Soy feliz junto a mi familia y a la gente que no perdió la confianza en mí durante una temporada en la que he toreado muy poco. La esencia del toreo está por encima de la puerta grande pero también creo que es un premio a mis 19 años de alternativa.
¿Qué se juntó esa tarde?
Los toros de Fuente Ymbro me ayudaron mucho y el segundo de mi lote me permitió expresar el toreo que siento, el que sueño. He triunfado por mi camino con un concepto puro y natural, con esa manera de torear por la que he lucha toda mi carrera. Además, sentí la pasión de la gente en cada muletazo. Viví una afición desbordada que me obligó a dar dos vueltas al ruedo en un mismo toro, algo que pocas veces ocurre.
¿Qué papel jugó la inspiración?
Fue fundamental porque me sentía con confianza y tenía esa frescura y esas ganas de torear. Pude encontrar ese estado especial en la plaza más importante del mundo y me llevó expresar esa tauromaquia que, a veces, no me sale ni toreando de salón. La puerta grande de Las Ventas ha sido el resumen de mi vida.
¿Por qué ha sido el resumen de su trayectoria?
Con esos dos toros de Fuente Ymbro, “Retama” y “Hurón”, se pueden describir mis casi 20 años de alternativa por las dificultades que tuve esa tarde con la fiereza de los animales y el vendaval pero, al final, acabé triunfando. Algo parecido ha ocurrido en mi carrera, donde ha habido piedras tanto delante del toro como fuera de él pero he creído en mí y he seguido luchando.
Entiendo su comparación…
En mi primera faena, ese “Retama” me exigió mucho porque embestía con fiereza y codicia pero tenía la cara abierta y, además, hacía un viento muy fuerte. Corté una oreja y cuando entré en el callejón me sentí orgulloso.
¿Y cómo fue esa faena de dos orejas a “Hurón”?
Me dejé llevar. Con palabras es difícil de explicar pero no recuerdo cuántas tandas tuvo ni cómo fueron. Sentí que el tiempo se paraba, que se acababa, y tuve esa sensación de estar toreando de salón delante del toro. Me acordé de la máxima de Juan Belmonte cuando me olvidé del cuerpo para intentar torear con el alma. “Hurón” tuvo un punto jandilla en la expresión que me gustaba aunque no se definió en los primeros tercios pero en la muleta fue muy agradecido.
¿Cómo digiere la pasión?
Lo que me deja rendido por dentro es haber sentido el toreo y haberme fundido con los dos toros de esa forma pero es maravilloso que ese sentimiento llegue a la gente y llore como lo hizo. La afición estaba desatada y eso se vio reflejado en la puerta grande, donde me arrancaron la hombrera y casi me quitan la chaquetilla. Lo que queda del vestido se lo he regalado a mi hija para ponerlo en una vitrina y las cabezas de “Retama” y “Hurón” también estarán colgadas en mi casa. Hay gente que me llama dándome las gracias antes que la enhorabuena y eso me hace feliz.
¿El toreo está por encima de la puerta grande?
Sí, sin duda, porque el toreo es la esencia donde la afición vive la conmoción de su pasión, es decir, aquello con que la gente sueña, se emociona y recuerda. Salir a hombros es corroborar ese toreo pero lo que más valoro es aquello que pude sentir en las faenas antes que la fecha de la puerta grande de Madrid.
¿Qué importancia tienen las tres orejas de Bilbao en la tarde de Madrid?
Más allá de la confianza de las tres orejas de este año, Vista Alegre ha sido la primera plaza que comprendió mi tauromaquia y creyó en mi forma de torear desde que debuté. La plaza de Bilbao me ha ayudado a mantener la ilusión de sentirme torero durante estas temporadas tan difíciles.
A lo largo de su carrera, ¿se ha sentido incomprendido alguna vez?
Ha habido años que sí porque no se me ha considerado pero, a pesar de la dificultad, el toreo que llevo dentro es lo que me ha hecho funcionar. Hay tardes en las que, sin saber porqué, todo se fusiona y brota el toreo. Además, he sido capaz de expresarlo con un albaserrada, con un núñez, con un domecq, con un atanasio y con un santacoloma a lo largo de mi vida.
Jaime Roch
(Entrevista publicada en el periódico LEVANTE-EMV en la edición de papel de 14.10.2018, Valencia)