Cuadri, el guardián de la casta

Fernando Cuadri: “Dejo el legado de la reivindicación de la bravura”

«Clavellino» (1993), «Poleo» (1996), «Aragonés» (2010) o «Frijonero» (2010) son los toros más importantes que la legendaria ganadería ha presentado en Madrid; “Trastero”, lidiado en la Feria de Julio de 2015, ha sido uno de sus triunfos más sonados en València.

Cuadri picaba a sus becerras en los tentaderos. Foto: GILBERTO

La vida en “Comeuñas” es tan bonita que parece de verdad. Hay mucho trabajo y, antes de que el día pinte el sol en el amanecer, Baltasar, el mayoral, ya tiene el caballo preparado y está atento a las indicaciones de Fernando Cuadri. La tez morena del sol campero en ambos revela el esfuerzo constante en la lucha de ser alfareros de la casta y guardianes de la bravura. Ganadero y mayoral marchan a su mismo paso, hombro con hombro, del brazo, con la libertad y el respeto mutuos que infunde la historia por una finca donde el toro bravo mantiene un ecosistema único con una biodiversidad a la altura de muy pocos parajes naturales. A ellos, ahora, se les suman sus sobrinos Luis, Fernando, Antonio y su hijo Celestino en esa difícil búsqueda genética que supone la bravura.

Referente de trabajo y humildad del campo bravo, Cuadri, que habla con una verdad fría y desnuda difícil de encontrar en otro ganadero, lleva 46 años al frente de una divisa histórica que ya forma un encaste único creado con sangres de Santa Coloma, Urcola y Pérez de la Concha. Celestino cedió el hierro de Cuadri a su hijo Fernando en 1973 y, “tras lidiar una decena de toros que me han alimentado la afición”, Fernando, este año, cede los trastos a la nueva generación. Su personalidad y dedicación le han otorgado la vitola de figura entre los aficionados.

 

¿Por qué cede el manejo de su ganadería?
Porque hay que dar paso a los nuevos ganaderos de la familia. La representación del hierro y su documentación la seguiré llevando pero lo que hemos cedido a mis sobrinos y a mi hijo ha sido la selección, el manejo, la alimentación, la sanidad y el personal del campo. Lo he hecho así porque el cambio en una ganadería se debe hacer poco a poco para que los jóvenes criadores sigan los mismos criterios que creó mi padre Celestino.

 

¿Cuáles son esos criterios?
Lo fundamental es intentar, en la selección, buscar un toro con la base de la casta. Basamos las tientas en el caballo como condición necesaria para dejar una becerra. Además de cumplir en la suerte de varas, la vaca debe tener buena condición en la muleta, es decir, que la casta se manifieste en virtudes como la fijeza, la prontitud, el recorrido o la humillación.

 

¿Los nuevos ganaderos tienen claro esa idea de toro?
Sin duda, dejo el legado de la reivindicación de la casta a mi hijo y mis sobrinos. Ellos ya han estado cinco años junto a nosotros en las tientas pero creo que la forma de intentar garantizar esa idea de toro es estar con ellos cuatro años para asegurarme de que siguen ese camino. A partir de ahora, las decisiones de aprobar una becerra u otra y ponerles su nota las van a tomarlas ellos. Cuando pase ese tiempo de práctica, seguiré en el campo, con menos responsabilidad, porque siempre seré ganadero.

 

¿Cómo describiría a los jóvenes criadores?
Por encima de todo, son muy aficionados al toro. Luis y Fernando son los que más están en el campo. Son innovadores y trabajadores. Si hay que vacunar vacas, intentan hacerlo del tirón en un día cuando yo lo dividía en tres jornadas. También están reformando cerrados, cambiando el sistema de los bebederos, renovando el producto antiparasitario y buscando a los mejores veterinarios. Luis acabó la carrera de Derecho pero empezó con la agricultura junto a Fernando en la ganadería y ahí siguen los dos con mucha ilusión.

 

¿Y a su hijo Celestino?
Es ingeniero industrial y trabaja en Endesa. También está Antonio, otro sobrino, que da clase en la universidad porque es ingeniero químico. Estos dos no están tanto en el campo pero como manejan conocimientos de empresa creo que se complementan muy bien con sus otros dos primos. Confío en ellos porque han formado muy buen equipo.

 

¿Qué consejo les ha dado?
El mismo que me dio mi padre: “Lo mejor es enemigo de lo bueno”, es decir, que cuando estemos bien no tenemos por qué intentar mejorar. Quiero decir que la camada de Cuadri no debe pasar de cinco corridas de toros y 170 vacas porque cuando han venido los baches, son más fácil superarlos.

 

¿En qué ha evolucionado el hierro de Cuadri?
En el comportamiento hemos intentado mantener la casta, pero sí en la morfología y en el tamaño. Han aparecido toros más castaños y con más caja, es decir, con más peso.

 

 

¿De qué está más orgulloso en esos 46 años de ganadero?
De un toro que salió en Madrid el año 1993. Se llamaba “Clavellino”, número 7, y lo toreó Pepín Jiménez. Su bravura me ha merecido dedicar toda la vida a la ganadería. La bravura depende del instinto y el instinto depende de las condiciones ambientales. Me voy de la ganadería y no consigo dominarla en su totalidad porque ahora tengo más dudas que cuando empecé. Una vida no basta para conocer al toro bravo.

 

¿Qué recuerda de ese “Clavellino”, número 7?
Respondió muy bien al caballo con cuatro puyazos. De hecho, al día siguiente, me llamó el banderillero que lo lidió y me dijo que, en el momento de sacarlo del caballo en el cuarto puyazo, se le pusieron los pelos de punta por cómo metía la cara. Ese toro ha sido mi modelo a seguir en la ganadería porque a lo largo de la vida no creo que haya lidiado más de 14 toros que se ajusten al modelo que tenemos. Ahí están, entro otros, “Trastero” en Valencia, “Aragonés” o “Poleo” en Madrid y “Comino” en Castelló.

 

¿Qué recuerda de “Poleo”, el toro más bravo de la feria de San Isidro de 1996, lidiado por Luis Francisco Esplá?
“Poleo” fue un toro muy completo y, junto a “Comino” (de la reata de la Cocina, con el número 32, de 596 Kg., lidiado en 6ª lugar por el diestro Luis Bolivar en Castelló y premiado con la vuelta al ruedo), fue también un toro muy completo y muy tranquilo. Al igual que “Fogonero”, de 508 kg., lidiado por Dávila Miura y sobre el recayeron casi todos los premios otorgados por los diferentes Jurados de la Feria de San Isidro.  Tengo en mi cabeza el modelo de toro que quiero y a lo largo de la historia de ganadero, no hay más de cuatro que se ajusten a ese modelo. “Poleo”, “Comino”, “Fogonero” y “Aragonés” son toros que se ajustan a mi concepto de toro de lidia, un toro que le sobre salga la casta como ganas de pelea, embista y se entregue.

 

¿Y «Aragonés», lidiado por Israel Lancho en 2008?
Ese toro, el año anterior, fue sobrero en Sevilla y sobrero en Madrid porque no nos gustaba. Era un auténtico burro de la tranquilidad que tenía. Fue y volvió a las plazas y se quedaba igual. El toro en el campo no peleó nunca, algo que no es normal en nuestra casa. Estaba siempre a su aire y decidimos destinarlo a las calles de Castelló pero ese año lidiamos una corrida muy mala en La Maestranza y dentro de la corrida de San Isidro solo nos quedaron tres toros entre cornadas, lesiones y cuernos escobillados. Un año normal nos hubiéramos ido a casa y no hubiéramos lidiado en San Isidro pero teniendo en cuenta lo de Sevilla decidimos tirar hacia delante con lo que había y completar la corrida con nuevos toros entre los que estaba “Aragonés”. Primero se lidiaron dos de Hernández Plá y el resto nosotros. Los que lidiamos no estuvieron ni bien ni mal hasta que llegó el turno de “Aragonés” en sexto lugar. Yo no me fui de la plaza porque tenía detrás a la Peña Taurina de Trigueros y me dio vergüenza. Si estoy en condiciones normales, me levanto y me marcho porque no quería ver ese toro. Salió oliendo la arena, parado, tranquilo hasta que rompió a embestir.

 

¿Cómo definiría ese tipo de bravura?
Pues no se desgastó absolutamente nada en el campo y tenía fondo. Israel Lancho estuvo bien pero no lo mató y el toro fue premio al animal más bravo de San Isidro. Con ese toro me preguntaba de qué me valían a mí cuarenta años de ganadero si tenía a este toro destinado a las calles. A partir de entonces, estamos deseando ver un toro tranquilo en el campo pero hay muy pocos.

 

En la actualidad ¿sale el toro más bravo de la historia?
Hoy en día se lidia el toro que más se mueve de la historia pero no el más bravo. Pasan sin crear problemas y la bravura requiere hacer un esfuerzo porque el toro coge la muleta por abajo con fuerza. El animal que sale ahora pasa las veces que quiera el torero y le da igual que esté en el tercio, que se cruce, que le enganche o que no.

 

¿Por qué se tiende a criar esos animales?
Los toros, lógicamente, nunca dejan de tener peligro pero la principal razón es porque molestan menos a los toreros. El toro encastado es complicado porque hay que torearlo, un hecho muy diferente a pegarle pases y si no es bravo hay que lidiarlo.

 

¿Qué es la bravura?
Existe la casta como afán de lucha, la bravura como manifestar ese afán de lucha embistiendo y la nobleza como la entrega a las cosas bien hechas por parte de los toreros. Para tener casta hay que tener fijeza y, a partir de ahí, el animal encastado aprende para bien cuando se entrega y para mal cuando se orienta.

 

¿Cree usted que la nobleza es docilidad?
Creo que la nobleza es una condición que debe de ir acompañada de la casta y la bravura. Ser ganadero es un conjunto de ciencia, intuición y sentimiento y, por ello, lo primero que hay que tener es mucho respeto hacia los animales.

 

¿Esos toros más “fáciles” como influyen en la fiesta de los toros?
En la pérdida de la emoción porque a ese tipo de toros se le hacen faenas que no transmiten. El toro tiene que tener emoción para dar seriedad a la tauromaquia. Las ganaderías que quieren las figuras son más suaves y menos problemáticas, es decir, de menor bravura. ¿Cuántas faenas hay en las que se cortan dos orejas pero no trasmiten nada y se olvidan rápidamente? Pues eso es todo.

 

El toro mantiene un ecosistema único a la altura de muy poco parajes naturales. Foto: GILBERTO

Jaime Roch

(Entrevista publicada en el periódico LEVANTE-EMV en la edición de papel de 14.10.2018, Valencia)