La sabiduría de José Luis Lozano

Alcurrucén es una ganadería de grandes faenas. Con José Luis Lozano, uno de sus propietarios, hurgamos en el misterio de su propia identidad a través de captar las definiciones de las embestidas de los toros más importantes que ha lidiado en los últimos años. La divisa azul y negra tiene 14 corridas de toros en el campo para 2019. Empieza su temporada en la Feria de Fallas con un cartel compuesto por Álvaro Lorenzo, Luis David Adame y Pablo Aguado; también estará dos tardes en la Feria de San Isidro, volverá a Bilbao, Pontevedra, Albacete y Zaragoza. El criador analiza los triunfos de su año pasado en Valencia, Madrid y Aste Nagusia donde quedaron para el recuerdo las faenas de El Juli y Diego Urdiales. En medio de estos entresijos, donde se esconde el tesoro fascinante de la bravura de Núñez, aparece el testimonio de su patrimonio familiar: su hierro ganadero. Un Lozano en esencia.

La profunda embestida de «Licenciado» en la muleta de El Juli. Foto: Luis Sánchez Olmedo

Alcurrucén vuelve a Valencia como ganadería triunfadora.
El año pasado recibimos los premios de la mejor ganadería y del mejor toro en ese ciclo. Llevamos una corrida muy completa con un toro excepcional que fue el cuarto de la tarde, de nombre “Economista” y, además, también me gustaron el primero, el segundo y el tercero de la tarde. Es difícil que una plaza de primera como València embistan cuatro toros.

 

¿Cómo es la corrida que trae en marzo?
Es muy pareja, rematada y abierta de sementales con dos cinqueños. Van dos toros de un buen semental que ya no vive, “Alcaparrosa”, número 203. También van toros de “Herrerito”, número 14; y hay un hijo del semental estrella “Chalan”, número 96; hermano de padre de “Licenciado”, el toro que toreó El Juli en Madrid el año pasado.

 

¿Cómo definiría a “Economista”, número 146; premiado como mejor toro de las pasadas Fallas?
Fue un toro bueno de principio a fin. No fue de menos a más porque desde que salió embistió con regularidad y alegría en los capotes y cumplió en el tercio de varas. Me gustó mucho porque mantuvo el ritmo durante toda la faena. Fue pronto, fijo y tuvo la personalidad de este encaste, es decir, esa repetición con el hocico humillado y con recorrido.

 

¿Ese recorrido se traduce en profundidad?
Sí, ese tranco de más que tiene el encaste Núñez debe ir ligado a la transmisión, es decir, esa virtud que aporta importancia a lo que el torero hace delante del toro. Si no hay trasmisión, el toro puede tener recorrido, pero será demasiado dócil.

 

En el encaste Núñez es difícil que los toros embistan de salida.
Se aprecia en pocas ocasiones pero es un denominador común de este encaste y recuerdo que en la ganadería de Carlos Núñez Manso había bastantes toros que salían calientes de chiqueros y saltaban al callejón y, en esa época, el propio ganadero inventó un refrán que decía: “Toro de Núñez saltarín, bueno hasta el fin” y eso creo se ha mantenido hasta ahora.

 

¿En la actualidad hay exceso de docilidad en las ganaderías?
El toro que sale hoy en día es el más regular, el que más pases tiene de la historia pero no sé si es el más bravo porque sí que existe esa docilidad que es, en definitiva, un sinónimo de mansedumbre. Ahora sale un toro demasiado fácil para el torero, con mucha calidad pero con poca casta y, por ende, con poca emoción.

 

Entiendo.
Hay que tener en cuenta que antes salían toros muy malos y que en el caso de que saltara al ruedo un toro bueno y que el torero lo aprovechara, con solo esa faena, ya era una gran tarde. Ahora salen tres animales buenos y, con el nivel de perfección que ha alcanzado el toreo, nos conformamos con muy poco.

 

“El buen torero marca la diferencia con el toro encastado”

El buen torero marca la diferencia con el toro encastado”

Sin embargo, el toro de El Juli en Madrid, “Licenciado”, no fue fácil.
Porque fue muy bravo y tuvo la suerte de que le tocara a El Juli. Esa tarde, la fiesta explotó e hizo bueno mi pensamiento de que un buen torero marca la diferencia con el toro encastado porque realiza esas faenas emocionantes que nunca se olvidan.

 

¿Qué diferencia hay entre ese animal y el toro de Castella en Las Ventas, “Jabatillo”, número 145?
No hubo mucha pero a mí me gustó más “Jabatillo” porque tuvo más duración y las series de los muletazos fueron más largas debido a esa embestida más profunda y humillada. Desde los cinco años estoy viendo toros en Madrid y no he visto un toro mejor que “Jabatillo” con esa seriedad, esa fijeza y esa repetición. Pocas veces he visto a Las Ventas ponerse de pie en el inicio de faena y con Castella pasó, también lo he visto en el inicio de Antonio Bienvenida y sus tres pases cambiados y la tarde que Palomo Linares cortó el famoso rabo.

 

La morfología de ese “Jabitillo” tenía gran parecido con el semental de la ganadería “Cigarrón”, número 1.
Sí, es bisnieto de él, uno de los padres de la ganadería. Los dos tienen una pinta colorada muy clara, tirando a melocotón y ojo de perdiz. Es un color característico de Alcurrucén. Recuerdo que este toro fue tentado el 7 de junio de 1983 por Palomo Linares y Luis Manuel Lozano y dejó tres sementales y más de un centenar de vacas madres. El famoso “Bocineto”, número 64, de Núñez junto a “Manchoso”, número 125, también han sido padres importantes en nuestra ganadería.

 

¿Y el toro de David Mora en 2016, “Malagueño”, número 1, cómo lo describiría?
Un animal muy bueno premiado con la vuelta al ruedo en Las Ventas pero fue más fácil para el torero que “Jabatillo”. La faena tuvo emoción porque el toro embistió con fuerza, repetición y humillación y, además, creo que es de los toros que mejor ha toreado David Mora en su vida. La gente se metió de lleno con la faena por la transmisión del toro y por la voltereta que le dio en el inicio de faena.

 

En 2017 lidió a “Licenciado”, número 182; y a “Barberillo”, número 127; ¿con cuál se queda?
El “Licenciado” de Juan del Álamo fue bueno pero sin llegar a la excelencia de “Jabatillo” o “Malagueño” y “Barberillo” tuvo una clase sensacional porque embestía con recorrido y fue de menos a más. Recuerdo un natural inmenso de Ginés Marín donde tiró del toro y lo llevó muy largo. La embestida de “Barberillo” tuvo el mismo aire que “Cañego”, el toro de Julio Aparicio, dos animales propicios para descubrir a dos toreros en una confirmación de alternativa.

 

Dígame su ranking de los toros de Alcurrucén lidiados en Las Ventas.
En Madrid hemos hecho historia. Para mí, como hemos hablado, el mejor ha sido “Jabatillo”. En segundo lugar pondría a “Barbero”, un toro que toreó El Cid en 2005 la tarde que Cesar Rincón salió a hombros y Eduardo Gallo confirmó la alternativa. Si llega a meter la espada, a El Cid le piden el rabo porque después de tres pinchazos y una estocada baja le obligaron a dar dos vueltas al ruedo. En segundo lugar pondría a “Cumbre-Alta”, un toro que también toreó El Cid la tarde de su puerta grande en 2006. Los tres toros transmitieron emoción con sus embestidas y eso es la base del la fiesta de los toros.

 

La otra tarde importante de 2018 fue en Bilbao.
Sí, con la puerta grande de Urdiales tras cortar una oreja a “Tonadillo” y dos a “Gaitero”. El primero fue más exigente, más encastado y, su segundo, tuvo más clase porque las hechuras eran muy buenas. Los dos toros me gustaron mucho pero, como ganadero, me quedo con “Gaitero” por la calidad en su embestida.

 

¿Qué le pide a un toro como ganadero?
Es fundamental que tenga buenas hechuras y, luego, que tenga la característica que marca la diferencia en la ganadería. Si cogemos a un Santa Coloma, buscaríamos la alegría de salida, la prontitud y la listeza; si elegimos a un Urquijo vía Murube querríamos un toro noble con un galope inconfundible y si preferimos a un Núñez vía Alcurrucén encontraríamos esa fijeza en una embestida humillada y repetitiva que vaya a más.

 

¿Y la bravura?
Es un conjunto de virtudes como la humillación, la repetición y el recorrido unidas a la casta para que no sea un toro bobalicón. El animal debe ser bravo y noble, no dócil. Creo que el toro bravo de verdad es noble porque tiene una entrega total que deriva en esa nobleza.

 

¿Y a un torero qué le exige?
Deben conocer las ganaderías para sacar el máximo rendimiento a los toros y tienen que poderles, sobre todo, poderles. Les pido afición y ambición porque las figuras son personas envidiosas en su profesión y no quieren dejarse ganar la pelea nunca. Yo soy partidarios de los toreros largos, de los toreros poderosos.

 

¿Qué torero es al que más ha admirado?
He tenido debilidad por Domingo Ortega porque tenía inteligencia, una gran personalidad y, sobre todo, un temple que era inigualable porque cambiaba la velocidad del toro cuando llegaba a su muleta y eso me marcó mucho.

 

¿Volverá a ser empresario?
No, nosotros estamos mayores ya y debemos mirar las cosas desde la atalaya. Estos temas hay que dejarlas para los más jóvenes como Luisma, Fernando o Pablo.

 

Jaime Roch

(Entrevista publicada en el periódico LEVANTE-EMV en la edición de papel de 05.01.2019, Valencia)