La aventura del toreo

Entrevista1Me cito con Miguel Giménez pocos días después de haber regresado de Perú. Le encuentro satisfecho, feliz y con hambre de triunfo. Es un torero de corte puro agitanado, de buen gusto, distinción, sabor y un punto de artista que encandila. El joven valenciano deja el alma todos los días por mejorarse y superarse. Está en su momento. Garantía, solvencia y sitio. Por su camino y con sus armas, es un novillero que pide paso.La forma con la que interpreta el toreo Miguel Giménez ha recordado siempre al concepto taurino de Rafael de Paula. Sus formas de colocarse y su expresión artística, invitan a pensar que en su día bebió de las fuentes del maestro del barrio de Santiago de Jerez de la Frontera.
De España a Perú. ¿Supongo que has notado mucho el cambio?

De España a Perú, como del cielo a la tierra. He notado el cambio totalmente en todo: Es otra cultura, otra gente, otra manera de vivir…

¿Cómo era tu día a día allí?
Mi día a día allí era levantarse muy temprano y no parar de entrenar en la finca donde vivía: footing y mucho toreo de salón. 

Los días que toreaba, llegaba al coso casi a la hora del festejo, sin pasar por ningún tipo de hotel ni nada por el estilo, ya que llegaba de estar casi todo el día anterior de viaje. Yo he llegado a salir a las doce del medio día de Lima y llegar a las doce del medio día del día siguiente al sitio para torear.

¿Cuesta más vestirse de luces cuando el compromiso es en un coso menor?

No. Sobre todo por la mentalidad que llevaba yo allí. Quería aprovechar todo al máximo para adquirir todo el oficio posible.

¿Es duro dejarlo todo por perseguir tu sueño?

No, porque si realmente lo sientes y realmente llevas dentro el veneno del toreo, lo duro es no torear, no ejercer tu profesión. Una vez allí, es aclimatarse y, eso sí, echas mucho de menos a tu familia y a los tuyos, pero estás feliz porque estás toreando día tras día.

¿En qué ha cambiado tu situación antes y después de tu paso por tierras americanas?

Ahora mismo, lo más importante es el oficio que he adquirido, ya que he toreado muy seguido, sobre unas quince corridas de toros, sumándole algunos festivales. Y de cara al futuro, poder hacer campaña americana este invierno.

¿Pasaste miedo? ¿Fue muy duro todo aquello?

Hubo días muy buenos, en torno a las plazas, a los toros, donde sale todo rodado, cuajando los toros y sintiéndome de verdad. Pero hay otros días que lo pasé realmente mal. Iba de España y estaba acostumbrado a un tipo de toro, a un tipo de corrida y allí hay sitios muy parecidos, pero hay sitios también muy pintorescos: Toros toreados, plazas con un palmo de barro…

¿Dónde ha estado la clave de tu campaña peruana?

La clave ha sido la espada, además de cuajar los toros. Lo más importante para aquella afición es que pasaportes al toro pronto y bien, después de hilvanar la faena. Aquí en España haces una buena faena, lo pinchas e incluso en el descabello te dan la oreja o das la vuelta al ruedo. Allí es todo lo contrario. He llegado a cortar orejas a toros toreados. 

La afición, los toros, las plazas… Es todo muy diferente. ¿Hay mucho riesgo?
Completamente diferente. En cuanto a la afición, pasas de encontrarte con gente entendida y abonada a la Feria del Señor de los Milagros, a gente que no entiende absolutamente nada. Y esta gente, ajena al mundo del toro, sólo quiere que ejecutes bien la suerte suprema. 
En cuanto a los toros, hay tres ganaderías buenas y lo demás, es lo que te encuentres en el camino. Toreas corridas buenas, con matadores de toros, propias de España, pero otros días hay que hacerle frente a toros de media casta, toros toreados y toros cuneros (de la Sierra de allí).

En cuanto a las plazas, te encuentras plazas de toros de categoría pero también te encuentras lo inimaginable. Yo he pasado de torear en plazas buenas, a torear en una plaza montada en un cementerio, a otra plaza montada de palos donde un toro se escapó.

Le pregunto por las enfermerías: Lo que más temí allí es que me cogiera un toro porque estás a diez horas del hospital más próximo. No hay nada. Es un riesgo que tienes que asumir en Perú.

Para el recuerdo. Para el olvido.
Para el recuerdo, me quedo con la experiencia adquirida delante de la cara del toro y la continuidad de torear. Sobre todo, el crecer como torero. Ya que esos toros te enseñan a ver las virtudes de otros toros. Al toro regular, lo ves bueno, y al toro malo lo ves regular. Y al bueno, lo ves muy bueno. En Perú, te acostumbras a buscar la virtud al toro.

Para el olvido, ha habido tardes de pasarlo realmente mal. Una tarde me salió un toro toreado, con muchos pies y, al pararlo con el capote, pensaba que el toro se desplazaba bien y al tercer lance quise gustarme; el toro me dio una fuerte voltereta que no pasó de la rotura de la taleguilla. Pero eso me enseñó. Por lo tanto, te diría que para el olvido no hay nada.

Conoces de primera mano la cara más dura de la profesión: La de torear poco, por un lado, y la de los percances por otro. ¿Qué te empuja a seguir adelante?

La afición me alimenta el ser para seguir adelante día a día. Ese amor por la tauromaquia que llevo en las venas desde que nací y sé que pronto me saldrá un toro y resolveré bien. Si realmente lo sientes, es lo que te impulsa a seguir. Es así de simple.

Has firmado una temporada diferente. ¿Qué balance haces?
El balance de la temporada es muy positivo, terminaré con más de treinta corridas. Las corridas que he hecho, mas las que tengo firmadas ahora en diciembre que vuelvo a Perú, me ayudan a madurar y forjarme como torero, para estar preparado para la temporada que viene.
La prolongación del arte. Giménez, Morante y Paula...

La prolongación del arte en una media verónica. Giménez, Morante y Paula…

Jaime Roch

Si tu intención es insultar o faltar al respeto con tu comentario, estás perdiendo el tiempo. Gracias por tu comprensión.