Aromas del recuerdo

Foto: Javier Comos

Foto: Javier Comos

El toreo ha alcanzado una perfección difícilmente imaginable para quienes encendieron la llama de la tauromaquia. No hay que olvidar que el toreo perfecto no existe porque no sería toreo. Porque no habría canon o precepto que pudiera definir esa excelencia. La sublimidad es asesina de la emoción, base y columna de la tauromaquia. La esencia. Hombres valientes y toros bravos. Imprescindible para que el toreo adopte nivel supremo. Arte mayor. El toreo actual cuenta con una nómina de toreros de gran calidad. No se trata de ningún invento ni esperpento. Hay toreros que se desgastan y desaparecen con el tiempo y otros, sin embargo, con los años, de repente, alcanzan el milagro de la madurez. Milagro que adoptaron la temporada pasada dos toreros: Urdiales y Ureña, las últimas expresiones más puras del toreo. Toreros que enseñan el alma en cada muletazo y ponen el corazón en cada embroque. Personalidad y distinción, impresión y emoción. Artistas del toreo que a partir de la entrega crean sentimientos. A partir de la pureza, que es consecuencia de cargar la suerte, es decir, de adelantar la pierna contraria, producen belleza.

Observamos en Diego Urdiales un recuerdo de Curro Romero. Simplemente porque tienen el mismo sentido del toreo, embellecido y natural. Incluso el riojano de Arnedo lo sobrepasa en ciertas cuestiones. Urdiales es el torero preferido del Faraón de Camas porque ve en él su prolongación como artista genial del arte de torear. Aunque Urdiales se enfrenta a un mayor volumen de toro y tiene mayor regularidad que Romero, ha heredado, sin duda, la prestancia, la elegancia, la solemnidad y el empaque del sevillano. También la lentitud y, sobre todo, la pureza, necesaria y necesitada por la poca practica en el toreo actual. Otros toreros retrasan la pierna para alargar el muletazo, dándole trayectoria rectilínea y, por tanto, llevando menos sometida la embestida del toro. Deducimos que lo realizan para darle más profundidad todavía que cuando se realiza con la suerte cargada. Pues bien, ocurre todo lo contrario, con la pierna contraria adelantada, el muletazo adopta más fondo. Más profundidad. También más calado. ¿O quién no recuerda la preciosa y precisa labor de Diego Urdiales en Bilbao? No toreará en la Feria de Fallas y estará una sola tarde en La Maestranza de Sevilla. Él sigue por su camino y con sus armas.

Otro guardián de la pureza que la temporada pasada dejó huella en el aficionado es Paco Ureña. Hay toreros que cortan orejas y nadie ha retenido nada en su mente de esa actuación. Sin embargo, los que presenciaron la descarnada honradez de Ureña al natural frente a un Adolfo Martín en Las Ventas lo siguen recordando. El toreo con los vuelos, enganchando y soltando. Y un limpio sentido del temple. La intuición de los terrenos que es la intuición de las distancias. Los cites, la colocación. Dar ventaja al toro, ofreciéndole las femorales sin rencor, consecuencia de una pureza clásica nada común. Un goterón de Antonio Chenel Antoñete en el murciano de Lorca. Un fogonazo deslumbrante que debe ser el guión a seguir del clasicismo. Cuando se carga la suerte con el toro que tiene raza y que humilla, como ocurrió en la pasada Feria de Otoño, se provoca un desplazamiento en la embestida del animal hacia dentro, creando un semicírculo, haciendo patente la dominación en el camino del toro. Hay toreros que con menos motivos torean más y toreros con más motivos que torean menos. Cuiden y sean justos con los diestros que dan la cara, los que velan por la pureza, la honestidad y la respetabilidad. Los tendidos empezarían a poblarse. Prueben.

Romero y Chenel son dos de los mejores toreros de todos los tiempos. Sentimiento, capacidad, calidad y conocimiento son las exigencias para ser maestro. Tauromaquias distintas pero adyacentes. Genios del toreo más hermoso. Por ello, tal vez estas comparaciones les resulten chocantes. Pero, sin duda, estos dos toreros ilusionan y entusiasman. Dos toreros que reavivan el toreo bueno, el de siempre, que es leguaje universal. Esencias que permanecían olvidadas y que el riojano y el murciano resucitan o conservan como un gran reserva. Pasarán las tormentas antis y las nubes despejarán el camino del sol. De repente, la luz. Como ocurrió con Urdiales y Ureña. Dos milagros. Dos realidades. Un recuerdo en el presente. ¿Los veremos juntos esta temporada?

Jaime Roch